Iach Clab

Es jueves.
También es tarde, casi viernes. En el camino a casa hiciste dos compras de las que te enorgullecés: un blend prometedor y el Fats Waller Songbook. No planeabas usar ninguna de las dos cosas hasta el viernes a la noche, pero ya sabés qué pasa cuando planeás.
Apagás todas las luces, estás sola, al fin estás sola, y por ahora no te pesa. Sólo ilumina la mini-lámpara de aceite con un tono naranja, y la luz del equipo de música que es una cagada.
Ya te sacaste la ropa y llenaste la bañera con las aburguesadas sales de inmersión. Cuando pensás eso te extraña la similitud entre una burguesa y una hamburguesa; y no por las palabras.
Sabés que esta noche no vas a escribir o leer nada.
Sabés que mientras suena el teléfono alguien está pensando que finalmente te suicidaste; que se asusten. Todos tenemos que matarnos de vez en cuando para vivir de nuevo, aunque ya no barajás esa posibilidad del todo.
Qué tristeza inmensa tiene esta vida para ofrecerte!. No, no. Todo está bien: vivís cómoda, no rendís cuentas a nadie, y ni perro que te ladre. Olvidaste tus pretensiones léxicas afortunadamente, y ya no juzgás por virtuosidad, sino por su afecto. Pero algo te debe estar faltando.
Deberías empezar a creer en Dios, o mirar cómo se escapan las tetas de los gatos de Tinelli. Quizás simplemente deberías conformarte… mierda! Tenés el whisky más rico que hayas probado en toda tu vida, una música que te entra por los oídos, da una vuelta por la cabeza, baja al pecho y se queda adentro! Tenés también una computadora, un montón de libros y un amor que no te importa.
Te está empezando a pesar la soledad. Si, te está empezando a pesar y te arden los ojos. Te duelen, además están vacíos.
Otra vez vas a tomar el teléfono? Nada para ofrecerte tiene, o lo de siempre, que es aún peor.
Pensás en el ciclo horrorífico, el plan de progreso: nacen, se gradúan, se rodean de confort, se casan y festejan eso en el Yacht Club, se reproducen dos o tres veces, se retiran y se mueren. Cuán lejos estás de eso?